viernes, 21 de septiembre de 2012

MADUREZ

Es la etapa comprendida entre los 25 y los 60 años , como en el caso de las demás etapas , es muy difícil determinar en forma precisa , cuando comienza y cuando concluye . Su iniciación y duración depende muchos factores tales como la salud , los hábitos de vida , el vigor físico , la alimentación , etc. .

 
Especialmente en un ser humano se dice que es adulto cuando ya ha dejado la infancia y adolescencia por alcanzar su completo desarrollo físico. Es una etapa de estabilidad relativa y de vigor físico.
 
Desde un punto de vista jurídico y en el caso de las personas la edad adulta supone el momento en que la ley establece que se tiene plena capacidad de obrar. Eso supone un incremento tanto en los derechos de la persona como en sus responsabilidades. Se debe tener presente que, en algunos ordenamientos jurídicos, "mayor de edad" y "adulto" no son, en sentido propio, términos sinónimos.
Adultez es la etapa comprendida entre los 25 a los 60 años aproximadamente aunque, como es sabido, su comienzo y su término dependen de muchos factores personales y ambientales. En esta etapa de la vida el individuo normalmente alcanza la plenitud de su desarrollo biológico y psíquico. Su personalidad y su carácter se presentan relativamente firmes y seguros, con todas las diferencias individuales que pueden darse en la realidad.
En esta etapa de la vida el individuo normal alcanza la plenitud su evolución biológica y psíquica . Su personalidad y su carácter se presentan firmes y seguros.

El individuo maduro se distingue por el control que logra de su vida emocional , que le permite afrontar los problemas de la vida con mayor seguridad y serenidad que en las etapas anteriores .

La adultez es la época del mayor rendimiento en la actividad . sin embargo cabe esta pregunta ¿ Todos los adultos llegan ala plena madurez ?

Indudablemente que no , por lo cual se les puede clasificar en adultos maduros y adultos inmaduros .
 
El desarrollo psicosocial consiste en adaptarse y afrontar situaciones vitales muy diversas, y es la diversidad la característica distintiva de la vida adulta. Fuera de las limitaciones impuestas por el ritmo biológico y superados algunos controles paternos, los adultos son más autónomos para elegir su propio proceso de desarrollo; y son distintos y diversos los caminos que pueden recorrer los cambios hacia la adultez. La evolución en el desarrollo psicosocial del adulto está muy relacionada y condicionada por el desarrollo cognitivo. Este desarrollo suele ser muy rápido en la etapa de adulto joven y se caracteriza por un aumento en las capacidades mentales de razonamiento matemático, fluidez verbal, capacidad de vocabulario, capacidad de extraer conclusiones y capacidad de razonar. Estas capacidades mejoran gradualmente hasta principios de la cuarta o la quinta década de vida. Aproximadamente en el estadio de adulto maduro, las personas, dependiendo de su nivel educativo, pueden aumentar en capacidades intelectuales relacionadas con el conocimiento adquirido a través de la experiencia y el estudio (resolución de problemas de la vida cotidiana, acumulación de conocimiento, comprensión de la comunicación, resolución de conflictos en la práctica). Es en la madurez cuando se suele adquirir más pericia y flexibilidad para resolver los problemas prácticos.

El desarrollo intelectual competente está condicionado por la interacción entre los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales que acontecen a lo largo de las etapas del ciclo vital. En general, las capacidades intelectuales cambian con el conocimiento que se va acumulando con el tiempo e inciden en el desarrollo de las habilidades profesionales, la resolución de los problemas ordinarios y la manera de vivir la vida. Ante la pregunta de si la inteligencia cambia con la edad, los investigadores dan múltiples y complejas respuestas. Algunos sostienen que la inteligencia se deteriora en algunos aspectos como por ejemplo en la rapidez mental, y aumenta en otros como en el conocimiento de la vida o la sabiduría. Otros afirman que la inteligencia es relativamente estable a lo largo de los años adultos hasta que aparece una enfermedad o se manifiesta el deterioro de los órganos sensoriales.

Los primeros estudios sobre la relación entre la edad y la inteligencia han mostrado que existe un deterioro después de los 20 ó 30 años, especialmente en las habilidades mentales que se requieren para aplicar nuevos conocimientos, emitir razonamientos con más rapidez y memorizar. En cambio, los adultos pueden aumentar su función intelectual en aquellas capacidades mentales que dependen de la experiencia y de los conocimientos adquiridos.

Actualmente la investigación sobre el desarrollo intelectual y la edad sigue aportando expectativas muy positivas para la etapa adulta y la vejez. El deterioro en el rendimiento intelectual se inicia después de los 60 años, y hay personas con alto nivel de estudios y formación que pueden percibir el declive a los 80 ó 90 años.

Uno de los últimos estudios identifica seis estadios de desarrollo intelectual en las personas adultas (Schaie y Willis, 2000), de los cuales los cuatro primeros corresponden a las etapas del adulto joven y maduro:
  • Estadio de logro. Se inicia en la juventud, cuando se deben aplicar los conocimientos para desarrollar carreras profesionales y la vida en pareja/familia. Se aplica la inteligencia en aquellas situaciones que tienen consecuencias importantes para lograr las metas personales a largo plazo.
  • Estadio de responsabilidad. Se alcanza cuando los adultos jóvenes han adquirido las habilidades cognitivas para orientar su conducta y logran un grado de independencia personal para manejar situaciones con responsabilidad social. Generalmente este estadio se establece cuando la persona debe hacerse cargo de las necesidades de personas que están bajo su responsabilidad, como la pareja y los hijos, y cuando adquiere responsabilidades hacia los otros en el trabajo y la comunidad.
  • Estadio ejecutivo. Corresponde al estadio que la persona debe alcanzar cuando las responsabilidades aumentan en complejidad según el cargo o el puesto de trabajo que ocupa. Se desarrollan capacidades de planificación y evaluación para aplicar al nivel de responsabilidad dentro de la organización.
  • Estadio de reorganización. Se alcanza en el final de la madurez e implica las decisiones que la persona toma para iniciar la transición del trabajo a la jubilación y para planificar su economía para el resto de su vida.

Los estadios que siguen corresponden a la etapa de la vejez, y son el estadio de reintegración y el de dejar un legado. En el primero, la persona aplica sus conocimientos y esfuerzos para reintegrar sus intereses, actitudes y valores. El segundo, generalmente, se inicia con el esfuerzo personal de llevar a cabo una revisión de la vida.

Este modelo de estadios, aunque se corresponda con un período de edad aproximado, puede variar de forma considerable en las distintas sociedades, así como en personas de grados diferentes de competencia cognitiva y de compromiso personal. Lo importante es el proceso secuencial de estos estadios, no el cronológico.

En definitiva, y según estos autores, el desarrollo intelectual de las personas estará influenciado por los acontecimientos de la vida; a medida que los individuos asuman compromisos y responsabilidades adquirirán más experiencia y desarrollarán una inteligencia más profunda.
1. Adultez temprana( de 19 a 25 años): Hacerse adulto es una de las transiciones más importantes de la vida, pero es difícil indicar el momento en que acontece dentro de las sociedades occidentales. La edad de 18 años es la que proporciona en la sociedad española el estatus legal de adulto, ya que se adquiere el derecho a votar, pero no indica una ruptura con la etapa de la adolescencia ni la confirmación como adulto. Muchos jóvenes a esta edad terminan su educación académica y empiezan su vida laboral, lo cual los ayuda a sentirse adultos al ganar su propio dinero y ser económicamente independientes de su familia.


Otros jóvenes, aunque puedan hacer trabajos a tiempo parcial o en épocas concretas del año, deciden continuar con su formación universitaria o profesional, y posponen su plena entrada en el ámbito laboral. La transición a la etapa adulta es muy diferente en las culturas no occidentales, muchas de ellas tienen unos criterios bien definidos que deben reunir los hombres para convertirse en adultos. Estos criterios se centran en tres factores fundamentales: procrear, alimentar la familia y protegerla. En cambio, para las mujeres la menarquia (la primera menstruación) es el hito que marca la etapa adulta.

Según los sociólogos, la transición de la etapa adolescente al comienzo de la edad adulta está marcada por cinco acontecimientos vitales (cambios sociales significativos y adversidades súbitas que una persona puede experimentar, para las que puede estar más omenos preparada) que indicarían este paso y que son: el final de la escolarización, el trabajo y la independencia económica, independizarse de la familia, la vida en pareja y la paternidad o maternidad.

  1. El final de la escolarización

    Esta etapa representa el punto de intersección entre la adolescencia y la adultez. En ella la persona inicia un período de exploración y búsqueda de alternativas. Debe decidir si empieza a trabajar o sigue con sus estudios a un nivel superior, si se va a vivir fuera del hogar de sus padres o permanece en el mismo. Surge la necesidad de disminuir la dependencia emocional de sus padres.
  2. El trabajo y la independencia económica

    En la sociedad española, el trabajo es un factor fundamental que da sentido a la identidad personal y tiene muchas implicaciones psicológicas en el desarrollo de los hombres y las mujeres. Se puede decir que el trabajo es la primera tarea importante en la vida de las personas, representa uno de los cambios más significativos respecto a las etapas anteriores. Realizar un trabajo satisfactorio aporta bienestar psicológico a las personas y está muy vinculado al autoconcepto (conjunto de imágenes, pensamientos y sentimientos que el individuo tiene de sí mismo). De hecho, muchas personas se presentan diciendo su ocupación.

    La mayoría de la gente trabaja con el objetivo principal de ganarse la vida; sin embargo, el ámbito laboral también aporta nuevas amistades, poder, experiencia social fuera de la familia y poder participar en tareas colectivas, y contribuye decisivamente a conferir significado a la vida.

    Es frecuente que el prier trabajo no sea el definitivo en la vida del joven adulto; muchos jóvenes desempeñan diferentes trabajos durante su vida. Actualmente, a causa de las políticas económicas y sociales, los adultos jóvenes tienen que esperar más tiempo que en épocas anteriores para encontrar un trabajo que les permita independizarse de la familia, especialmente los jóvenes no universitarios o sin formación profesional.

    También hay que añadir que el mundo laboral actual es muy competitivo y exige un alto nivel de competencia para determinadas profesiones, lo cual hace difícil el acceso para muchos jóvenes. Si las personas logran el trabajo deseado, pueden verse influidas favorablemente en su estabilidad emocional, en el sentimiento de eficiencia, en su concepto de autovaloración y en la motivación. Por el contrario, cuando existen dificultades en el acceso laboral y se tienen que aceptar trabajos que no satisfacen demasiado o estar en situación de paro laboral, las expectativas y los logros de la vida se ven afectados negativamente.

    El trabajo es una actividad vital que se alarga durante la vida adulta hasta llegar a la jubilación e interactúa con los rasgos de la personalidad de cada persona, por tanto influye de forma negativa o positiva en los aspectos emocionales y en las relaciones familiares y sociales de las personas.
  3. Independizarse de la familia

    Esta etapa está condicionada por la incorporación al mercado laboral y la consolidación del empleo. Los jóvenes tienen la necesidad de disminuir la dependencia emocional de los padres y formar su propio hogar con independencia del familiar, pero, actualmente, la falta de un trabajo estable provoca que muchos jóvenes no puedan independizarse económicamente y deban permanecer en el domicilio familiar hasta la edad de 30 o más años. Esta dificultad condiciona el alcance del resto de acontecimientos establecidos para esta etapa.

    La separación de la familia de origen conlleva el traslado del hogar de los padres y adquirir más responsabilidades y compromisos.
  4. La vida en pareja 
    Para muchos adultos jóvenes tener amigos íntimos satisface la necesidad propia de afiliación; sin embargo, para la mayoría de los adultos la fuente de intimidad más profunda es la vinculación sexual con un compañero, que frecuentemente implica el matrimonio o la vida en pareja, el vivir juntos. La elección de pareja en los adultos jóvenes está determinada por el marco de relaciones sociales (trabajo, ocio, compañeros de estudios). Hoy en día la red social se ha ido ampliando debido a la movilidad de los jóvenes para estudiar, viajar y trabajar en otros países, que fomenta las parejas de países y etnias diferentes. En el proceso de selección de la pareja Triadó (2003) distingue cuatro fases:

    Fase 1
    . Los compañeros se seleccionan entre los que están en el mismo marco de relaciones sociales; la apariencia física y la manera de ser son un elemento clave en la atracción inicial.

    Fase 2
    . Las parejas comparten gran parte de su tiempo, van conociéndose mejor e interactúan de forma más profunda en la relación; si se descubre algo que no agrada o no se respeta, se puede romper la relación.

    Fase 3
    . La compatibilidad de los roles y el sentimiento de empatía afianzan la relación. Proporcionan a la pareja la sensación de buen funcionamiento.

    Fase 4
    . La relación se consolida. Los miembros de la pareja se sienten más seguros de sus sentimientos y optan por casarse o cohabitar.

    Las razones que dan los jóvenes para casarse, bien sea civilmente o con ceremonia religiosa, son muy variadas e incluyen estar enamorado, legitimar las relaciones sexuales, satisfacer la necesidad de compañía, comunicación y seguridad, proporcionar derechos legales a los hijos y cubrir las expectativas sociales. El número de parejas que deciden vivir juntas sin casarse ha ido aumentando notablemente en la actualidad; suelen ser jóvenes, tanto heterosexuales como homosexuales, con un nivel socioeconómico medio o alto.
  5. La paternidad y la maternidad

    La necesidad de alcanzar logros en los adultos jóvenes encuentra su expresión más fuerte en el hecho de tener hijos. Hoy en día el patrón de paternidad y maternidad en los países occidentales ha cambiado mucho respecto a épocas anteriores. La tasa de natalidad en España ha disminuido considerablemente, las parejas deciden cada vez más tener el primer hijo alrededor de los 30 o más años, después de consolidar su profesión y tener una situación laboral estable. No obstante, es en esta etapa de desarrollo cuando la mayoría de personas deciden convertirse en padres para dar significado a su vida y desarrollar el sentimiento de realización personal. La experiencia de ser padre/madre cambia la vida de las personas tanto en los aspectos externos como en los internos. La experiencia provoca cambios en la organización del hogar y de las relaciones sociales. En el plano personal el cambio es consecuencia del aumento de la responsabilidad de traer un hijo al mundo, criarlo y educarlo. Estos cambios son muy satisfactorios por una parte pero por otra conllevan renuncias, gastos económicos, reducción de la actividad social y otras situaciones estresantes que necesitan cierta capacidad de adaptación por parte de los padres para ir afrontándolas.
    Todos estos acontecimientos (el final de la escolarización, el trabajo y la independencia económica, la independización de la familia, la vida en pareja y la maternidad o paternidad) implican que la persona debe asumir nuevos roles sociales (trabajador, padre/madre, cónyuge, votante, etc.) y nuevas responsabilidades, factores todos ellos relevantes para la edad adulta.

    El tiempo y el orden en que estos acontecimientos suceden varía considerablemente entre las personas, ya que están condicionados por varios factores: la maduración biológica, los cambios en las expectativas sociales y culturales, y los acontecimientos históricos y políticos de cada lugar.

    De estos acontecimientos que caracterizan el paso a la edad adulta, se considera que probablemente son las aspiraciones y las expectativas que tienen los jóvenes sobre su nivel educativo lo que más condiciona el momento y la secuencia en que los demás acontecimientos suceden. Los jóvenes que aspiran a tener un nivel educativo más alto suelen acceder al trabajo, la vida en pareja o tener hijos a una edad más tardía. En el caso de las mujeres, el retraso en tener hijos por las aspiraciones educativas es un fenómeno de gran impacto en el mundo occidental: el retraso en la maternidad beneficia a las mujeres jóvenes porque tienen más tiempo para formarse y competir en el mercado laboral. La otra cara de la moneda es que disminuye la tasa de natalidad.

    Los adultos jóvenes, para asumir estos roles sociales, deben desarrollar y establecer psicológicamente su propia identidad, su intimidad y determinar su relación con la comunidad.

    Establecer la identidad personal

    La búsqueda de la propia identidad surge durante la adolescencia en respuesta a los rápidos cambios físicos y emocionales y a las expectativas sociales que emergen al inicio de la etapa adulta. El joven adulto, para lograr y establecer un nuevo nivel en su identidad individual, debe integrar todos esos cambios en su identidad formada en la adolescencia, e ir explorando alternativas y adquiriendo compromisos con su vocación profesional, religión, política, actitudes sobre los roles de género y las relaciones sexuales. El acceso y la elección de un trabajo y tener una pareja constituyen dos de los aspectos más importantes que establecen la identidad personal en esta etapa.

    Establecer relaciones íntimas
Después de resolver la crisis de identidad, los adultos jóvenes experimentan la crisis de la intimidad, que surge a partir de un fuerte impulso para compartir la vida personal con alguien para establecer una relación estrecha y mutuamente satisfactoria.

En este contexto, la intimidad se entiende como la capacidad para comprometerse en una relación concreta y para desarrollar la fuerza ética para cumplir tales compromisos, aunque impliquen sacrificios (dar algo de sí mismo a los demás) y renuncias personales (Erikson, 1963). La intimidad no tiene que ser física o sexual únicamente, sino que puede existir en cualquier relación que implique un compromiso emocional entre dos adultos, ya sean miembros de la familia, amigos o pareja. Cada relación íntima implica una progresión, desde la atracción inicial hasta una relación estrecha que continúa con un compromiso. Pero ello exige un sacrificio personal, dar algo de uno mismo a los demás. Supone la unión de dos identidades, pero permite a cada persona la libertad de seguir viviendo como individuo. Si las personas no adquieren el compromiso, tendrán dificultades para satisfacer esta necesidad y correrán el riesgo de aislarse.

En esta etapa las formas principales de intimidad que preocupan a muchos adultos jóvenes son la relación íntima de amistad y la relación sexual. Durante la relación amorosa entre la pareja, hombres y mujeres contemplan la posibilidad de establecer relaciones basadas principalmente en proyectos de futuro y de intimidad sexual. Es un proceso dinámico que irá cambiando según el crecimiento y los cambios de los miembros.

Implicación en la comunidad

Después de establecer y equilibrar la identidad y la intimidad, los adultos jóvenes se enfrentan a la tarea de identificar y decidir su relación con la comunidad. Su implicación en la comunidad aparece de muchas formas: tienen derechos legales como ciudadanos, pueden votar, trabajan, pagan impuestos y asumen responsabilidades con la familia que no se pueden cumplir sin el apoyo comunitario.

La implicación en la comunidad conlleva para algunos jóvenes una ideología social o política e implica participar activamente en organizaciones sociales. Para algunas personas el medio de participación en la comunidad será una organización no gubernamental o religiosa o una asociación política o social. Este compromiso social permite a los jóvenes adquirir nuevas ideologías, creencias y valores que amplían su visión del mundo, fundamental para el desarrollo de la identidad individual.

Es en esta etapa de adulto joven cuando se alcanza el apogeo biológico, se empiezan a establecer relaciones sociales tanto en el ámbito laboral como en el personal y se toma conciencia de la individualidad; el adulto joven se percibe como un ser autosuficiente que forma parte de la sociedad. Afrontar adecuadamente los acontecimientos de esta etapa de adulto joven permitirá iniciar una buena adaptación a la etapa siguiente, la de adulto maduro.

 

2. El adulto maduro (de 26 a 65 años) Se puede definir la etapa de adulto maduro o madurez como el período del ciclo vital humano que empieza entre los 35 y los 40 años y termina entre los 60 y los 65. Desde la perspectiva biológica, es la fase de la vida que limita entre la madurez y el principio de la senectud.

La madurez como etapa del ciclo vital en el desarrollo de las personas es un fenómeno que ha surgido en el siglo XX debido principalmente a dos cambios, uno biológico y otro social. En cuanto al biológico, la duración media de la vida ha aumentado sustancialmente durante este siglo: a principios del siglo XX la expectativa de vida era de 50 años, así que la mayoría de personas morían antes o durante el período que llamamos ahora madurez.

El aspecto social que ha ido cambiando en esta etapa es el de la jubilación, considerada a menudo como un acontecimiento que marca el final de la madurez. La edad de jubilación ha experimentado un descenso en estos últimos años; algunas empresas desarrollan planes de jubilación a los 60 años o antes. Sin embargo, la edad media de jubilación puede ir aumentando en los próximos años, en cuyo caso el período de madurez podría alargarse cronológicamente.

La etapa de la madurez, al ser una de las más extensas de la vida humana, incluye el grupo de edad más productivo de la sociedad y que ocupa los cargos de más nivel y posiciones de poder. Se caracteriza por la disminución de las presiones para encontrar trabajo, formar una familia o vivir en pareja, y por una mayor experiencia, que si se aprovecha bien, facilitará la adaptación a la siguiente etapa de la vejez. También en esta etapa las personas suelen aumentar su autoestima, la confianza en sí mismos y el autocontrol que facilitará el ajuste entre las expectativas y la realidad.

En la madurez muchas personas adultas vuelven a examinar las decisiones tomadas en años anteriores y los logros que han obtenido respecto a su intimidad, paternidad o maternidad y profesión. Es una etapa marcada por la transición hacia la senectud, en la cual las personas deben afrontar y ajustarse a cambios principalmente en las relaciones familiares, de pareja, sociales y laborales, así como a los cambios fisiológicos propios de la edad.

En la madurez las personas suelen conseguir su autorrealización y aportan importantes contribuciones a distintas generaciones y a la sociedad en general; es la etapa que Erikson (1963) denomina de la generatividad, que implica la necesidad de alcanzar logros en la familia (tener y educar a los hijos) y en el trabajo (ser eficaz y productivo), y ser creativo (tener ideas).

Según Erikson, generatividad significa sentir que se tiene éxito en algo, lo que hace que la vida sea productiva y tenga sentido. La persona aspira a hacerlo lo mejor posible como padre, madre, trabajador, pareja y ciudadano, y también por conservar la tierra para las generaciones futuras en lugar de destruirla. Si no alcanzan los logros impuestos por la sociedad, los adultos pueden sentir frustración y quedarse estancados, una cualidad negativa que provoca que no se resuelva la crisis de desarrollo en esta etapa de la vida (crisis de la mitad de la vida).

La virtud asociada a la generatividad es la de cuidar, ya que son los adultos quienes en la madurez cuidan a los niños que han engendrado, el trabajo que han producido y el bienestar de los otros en la sociedad en la que viven.

En el año 1998, McAdams y sus colaboradores ampliaron el trabajo de Erikson y propusieron un modelo de generatividad que incluye siete características orientadas al objetivo global de mantener a la próxima generación. Estas características son:

  1. Deseo interno

    Las personas desean invertir en las vidas y en el trabajo que perdurarán después de ellos y además tienen necesidad de ser necesitados.
  2. Demandas culturales

    Las sociedades demandan que los adultos en su madurez se hagan responsables de las generaciones siguientes como padres, maestros, tutores y líderes y sustentadores de lo significativo.
  3. Preocupación por la próxima generación

    Los hijos se van haciendo mayores y los padres quieren ayudarlos a desarrollarse y a llegar a ser adolescentes/adultos responsables, competentes y felices.

    Algunos hijos ya inician sus compromisos profesionales y quieren independizarse económicamente del hogar familiar.
  4. La creencia en la bondad o el valor de la experiencia

    La experiencia profesional y cultural permite desarrollar y enseñar los conocimientos y las habilidades a las generaciones más jóvenes. Los adultos maduros se sienten creadores, renovadores y preservadores de su cultura.
  5. El compromiso de hacerse responsable de los otros

    En esta etapa de madurez es cuando el adulto es más consciente que es padre o madre, hijo y/o abuelo, y se encuentra con la responsabilidad de asumir múltiples roles de manera simultánea. Debe cuidar de sus hijos, que están en otra etapa evolutiva del ciclo vital.

    Por otro lado, los padres envejecen, presentan más problemas de salud y hay que ayudarlos y acompañarlos para afrontar la vejez y la etapa final de sus vidas.

    También en esta etapa se puede ser abuelo por primera vez, dependiendo de la cultura y de la generación. Esta generación se ha denominado la generación sándwich (concepto que se usa para describir a la situación de la persona adulta que se encuentra atrapada en medio de múltiples roles simultáneos, como cuidador de padres ancianos, padre de sus propios hijos y como empleado). Esta generación está formada por padres y madres maduros con responsabilidades simultáneas hacia sus padres, que envejecen, y hacia sus hijos, que crecen.

    Todo ello puede conllevar una situación de gran estrés emocional, físico y económico, principalmente para las mujeres, que son las que mayoritariamente se dedican al cuidado generacional.
  6. Cuidar a los demás

    Cuidar a los demás implica las acciones, las conductas y el compromiso para ejercer el rol de cuidador de los hijos, de los padres, de la pareja y de familiares.
  7. Dar sentido y ampliar la identidad del individuo

    La implicación en las tareas generativas ayuda al crecimiento individual de las personas, potenciando el bienestar y dando un sentido positivo a la vida.

En conclusión, el deseo de guiar a las nuevas generaciones, ser productivos ayudando a los demás y contribuir al desarrollo de la comunidad, son aspectos fundamentales de la generatividad que de forma prioritaria se vinculan a la madurez pero pueden continuar en la vejez, especialmente cuando se conserva un estado de salud suficientemente bueno para seguir desarrollando esos deseos, y/o las personas durante su madurez han optado por los valores positivos de la generatividad.

En el período de madurez las tareas evolutivas más asociadas a la generatividad son las que se desarrollan a través de las relaciones y los cambios en las dinámicas familiares, el desempeño laboral y la vida social.

Relaciones familiares (ser hijos, padres, abuelos y pareja)

En la cultura occidental la generación madura desempeña un papel importante dentro de la familia al proporcionar apoyo emocional y material a los miembros de más edad y más jóvenes. Los adultos maduros suelen disfrutar de relaciones gratificantes con sus hijos adultos y con sus nietos, sin el estrés que crea la responsabilidad de criar a los hijos. Muchos adultos descubren que, a medida que ellos mismos envejecen, sienten mayor comprensión y amor hacia sus padres.

La disminución de responsabilidades familiares y laborales permite dedicarse más tiempo a uno mismo y con ello la relación se puede mantener estable o romperse porque al marcharse los hijos (nido vacío) descubren que ya no tienen nada en común.

La pareja puede reforzarse en la edad adulta, producto de la libertad que da la independencia de los hijos, la renovación de intereses sexuales, un aumento en la intimidad y una valoración de la relación en base a lo invertido en ella.

En esta etapa el cónyuge o pareja puede pasar a ser el mejor amigo; mantener una relación íntima durante los años de madurez es una fuente de felicidad, consuelo y autoestima. En la mayoría de países del mundo tener una pareja en la madurez parece ser la relación familiar más vinculada a la felicidad, la salud y la compañía. En la madurez es frecuente que se dé un acontecimiento social y familiar que se ha denominado síndrome del nido vacío, que se produce cuando el menor de los hijos de la familia abandona el hogar familiar. En esta etapa, cuando hay una ruptura de la pareja, se experimenta un sentimiento de soledad, pérdida de autoestima y depresión profunda mayor que en la juventud.

La generación adulta en esta etapa asume la función de mantener los vínculos entre generaciones, mantener viva la comunicación entre parientes y acoger y ayudar a los enfermos o a los que atraviesan situaciones de crisis.

La mayoría de adultos han superado el momento de educar a sus hijos y siguen activos y con energía.

En resumen, los adultos maduros cuidan a las generaciones anteriores y a las que los siguen, pero están menos presionados por las obligaciones generacionales. La mayoría de ellos tienen la satisfacción de ver como maduran sus hijos, mantener una buena relación con sus padres, estar activos y gozar de buena salud.

Desempeño laboral


Generalmente en la madurez las personas que desempeñan un trabajo adquieren seguridad y experiencia; suelen aumentar de estatus profesional o mantienen el que tienen. Puede ser un período de satisfacción o frustración dependiendo de la existencia de un trabajo que motive o no a la persona. En ambos casos suele darse un conflicto de valores entre descansar y disfrutar de lo que se ha logrado o seguir esforzándose y trabajar para conservarlo.

También es característico de esta etapa hacer una reevaluación de la carrera profesional para establecerse en la sociedad y luchar por tener éxito y progresar. En la sociedad actual y con el aumento de la competitividad es frecuente que las personas en los últimos años de la madurez se encuentren presionadas por las nuevas generaciones que buscan su espacio profesional. A pesar de ello, las personas maduras que se sienten seguras y mantienen una actitud constructiva y de crecimiento personal ven fortalecidos sus sentimientos de identidad al considerar que son necesarias por su experiencia tanto en su hogar como en el trabajo.

La mayoría de personas que trabajan fuera de casa durante la etapa de la madurez comparten el rol profesional con el familiar, especialmente las mujeres. Actualmente existe un debate por parte de los psicólogos para analizar si ejercer varios roles es beneficioso o es estresante para la salud mental. Los que defienden el modelo del beneficio del rol, a favor de ejercer varios roles, indican que las recompensas relacionadas con un rol mitigan el estrés de otros roles, y así se beneficia la salud mental (Barnett y Marshall, 1992).

Por el contrario, la hipótesis del estrés del rol afirma que ejercer múltiples roles aumenta el malestar psicológico y afecta la salud mental. Los resultados de la investigación realizada por Moen (Moen, 1999) apoyan parcialmente ambos modelos, ya que admiten que el factor crítico para determinar el beneficio o estrés del desempeño de varios roles es la calidad de las experiencias en los mismos y no exclusivamente la cantidad de roles que se ejercen.

El incremento del número de mujeres en el mercado laboral en las últimas décadas ha aumentado la conexión entre la familia y el trabajo, y es a la mujer a quien más le afecta la transferencia de las experiencias laborales sobre la familia y viceversa. La necesidad de equilibrar las responsabilidades laborales y familiares es un reto de la sociedad para evitar la vulnerabilidad al estrés de la mujer trabajadora.

En conclusión, se puede decir que el trabajo y los cambios en las relaciones familiares y sociales son el objetivo principal en la adultez. La estabilidad emocional estará condicionada por la armonía y el equilibrio que se establezcan entre las relaciones familiares y laborales.

Vida social

Las personas adultas, cuando no desempeñan su actividad profesional y dependiendo de su dedicación a la familia o el hogar o de algún problema de salud, suelen programar actividades de tiempo libre con la pareja, los amigos y la familia para mantener y fomentar su círculo social. Las actividades que programan son muy dispares y dependen de las preocupaciones y los intereses individuales. Cada actividad tiene un valor y un significado distintos para cada persona. Con la edad suelen cambiar las actividades de tiempo libre, los adultos jóvenes tienden a preferir actividades más intensas como las deportivas. Por su parte, los adultos de edad madura dedican menos tiempo a las que requieren mayor esfuerzo físico y aumentan las actividades compartidas con la familia y/o los amigos. En general en la madurez las personas suelen comenzar a restringir su mundo social, se vuelven más selectivas respecto a sus contactos sociales y a medida que avanzan en edad buscan en sus relaciones sociales experiencias emocionales positivas y evitan las negativas.
 
Conductas que hay que potenciar en el estilo de vida individual


1.
No fumar, 2. Seguir una alimentación saludable, 3. Realizar actividad física, 4. Mantener un peso adecuado, 5. Protegerse de la radiación solar, 6. Protegerse de las exposiciones ocupacionales y ambientales, 7. Mantener relaciones sexuales seguras, 8. Participar en programas de screening de cáncer, 9. Participar en programas de vacunación, 10. Realizar revisiones periódicas de la dentadura, la vista y el oído, 11. Ejercitar las capacidades mentales, 12. Tener pensamientos positivos, 13. Entrenar las habilidades sociales y de comunicación básicas.

A lo largo del siglo XX y también en el XXI, muchas poblaciones del mundo han conseguido ganancias en salud, gracias, en parte, a las mejoras en los ingresos económicos y en la educación, que van acompañadas de mejoras en la nutrición, la higiene, la vivienda, el suministro de agua y la salubridad pública. También son el resultado de un mayor conocimiento de las causas, la prevención y el tratamiento de la enfermedad, al igual que de la introducción de políticas que han mejorado el acceso a los programas de intervención. Por lo tanto, los mejores avances en el campo de la salud se han conseguido por la combinación de factores estructurales y acciones emprendidas por las personas a nivel individual. Estos avances en el campo de la salud han demostrado que existe una relación entre los estilos de vida de las personas, su posición socioeconómica, sus condiciones de vida y su estado de salud. Para promover la salud de manera eficaz es necesario que las personas hagan cambios tanto en las conductas individuales que están bajo el control del individuo (conductas de protección de la salud), como las que están fuera de su control pero son modificables (factores de prot). Estos factores incluyen un entorno físico seguro, condiciones económicas y sociales que apoyen la salud, buen suministro de alimentos, acceso restringido al tabaco y al alcohol, así como la prestación de unos servicios sanitarios eficaces. Por lo tanto, todas las acciones que apoyan a las personas para que adopten estilos de vida saludables y que crean condiciones para establecer entornos de vida saludables, son fundamentales para una promoción de la salud eficaz. Los factores y conductas de protección son todas aquellas actividades concernientes al estilo de vida de las personas. Adoptar un estilo de vida saludable es un factor directamente asociado con el mantenimiento de la salud y la calidad de vida de las personas, ya que ayuda a disminuir la probabilidad de involucrarse en conductas de riesgo, y fomenta las habilidades para afrontar eficazmente los factores estresantes y de riesgo.

Un estilo de vida inadecuado causa un aumento de las enfermedades crónicas y un aumento en la mortalidad por accidentes de tráfico, cáncer y enfermedades crónicas. Por lo tanto, modificar el estilo de vida juega un papel destacado en la prevención. Los factores protectores de la salud más consensuados por la comunidad científica internacional están encaminados a modificar el estilo de vida para prevenir los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares, de algunos tumores y de otros problemas de salud derivados del proceso de envejecimiento.
 
 
Te invito a profundizar nuestros conceptos acerca de la madurez y a reforzar nuestro pensamiento en esta etapa del desarrollo humano con el siguiente video.
 
Psicologo Alberto Barradas: La madurez es el precio de la responsabilidad
 
 
 
 

 

 

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